Como todos los días me predispuse a hacer mi trabajo. Se trataba de una campaña
publicitaria destinada a un público joven.
— Sí, quédate tranquilo. Confía en mí —. Le dije muy seguro a mi cliente. ¡Qué iluso!
Mi cliente tenía bien en claro lo que quería, no era muy complicada elaborarla. Pero el problema apareció en la planificación de medios. El gran interrogante ¿En cuál de todos? Esto hace un par de años era impensado.
Los jóvenes de ahora, son más dinámicos y diversos. Con tanta tecnología, aparatito,programa y aplicaciones, ni ellos mismos saben donde están.
Lo primero que se descartó, fue tv y radio, no por un tema de presupuesto, sino
porque a través de Netflix, miran lo que quieren y a la hora que quieren. Con tantas
aplicaciones y programas de descarga, algunos gratis. Escuchan la música que prefieren, en cualquier lugar y momento. Ni hablemos de You tube, que con eso de omitir anuncios, sería tirar mi trabajo a la basura con un click. En un segundo, el trabajo de días.
Lo que quedaba era redes sociales, pero… ¿Sería Facebook, twitter o Instagram? Ante tanta desesperación, decidí crearme cuentas en cada una de ellas. Introduciéndome en un mundo del cual no tendría retorno.
Por lo que ahora, me siento crack de las redes.